Después de mis pequeñas escapadas a Dublín quedé con ganas de conocer otras ciudades importantes de Irlanda, y la oportunidad se presentó cuando uno de mis compañeros del laboratorio me dijo que haría un viaje a Galway, la tercera ciudad de Irlanda en tamaño e importancia, junto con un amigo. Me “pegué” a este viaje de fin de semana, que seguramente será uno de los muchos que haré a esta bonita región.
El viaje comenzó en la mañana del sábado. Abordamos un bus de la empresa Bus Éireann, muy cómodo y con Wi-fi abordo) que nos llevó en aproximadamente 3 horas y un poquito a Galway a través de excelentes carreteras y con un tráfico fluido. El bus nos dejó relativamente cerca del centro de Galway, en el parque Kennedy, también a corta distancia del hostal Snoozles donde nos alojamos esa noche. El hostal es bonito, bien atendido y cómodo. Dejamos nuestras maletas y salimos a caminar por Galway. Desde el hostal caminamos por Dock Road hasta llegar al puerto, que da contra el lago Alalia:

De ahí seguimos hasta encontrarnos con el Spanish Parade, el museo de la ciudad de Galway (no entramos) y el famoso Arco Español, rezago de una fortificación construida en el siglo XVI para proteger el comercio marítimo, y especialmente los galeones españoles que se refugiaban allí. Es uno de los cuatro arcos de Galway, les debo los otros tres 🙂

La vista en este lugar, a la orilla del río Corrib, emblemático de Galway, es bastante bella. Tomamos algunas fotos y luego atravesamos el llamado Latin Quarter – no ví nada realmente “Latin” ahí, comparable con el Temple Bar de Dublín, y ahí recorrimos tiendas y encontramos otro de los homenajes que este país le hace continuamente a su célebre escritor Oscar Wilde, a quien vemos sentado junto a Eduard Vilde, un artista estonio:

Saliendo de allí nos dirigimos a través de un lindo camino que bordea el Corrib hacia la espectacular Catedral:

Como estudiantes de la Universidad Nacional de Irlanda, queríamos ver la sede en Galway, así que continuamos hasta encontrarla y recorrer una parte. Después de descansar un poco al frente del Corrib en la Universidad, volvimos al Spanish Parade y tomamos la llamada “Causeway”, una larga carretera que bordea el mar de Irlanda (ya el Océano Atlántico), usada por los ciudadanos de Galway para pasear a sus perros, hacer ejercicio o simplemente para disfrutar de una puesta de sol en la playa.

Connemara tiene una belleza natural sencillamente increible. Es un lugar verde, pacífico, tranquilo, y se promociona como “la verdadera esmeralda de Irlanda”. Primero estuvimos en las ruinas del monasterio Ros Oirialaigh, un monumento a la perseverancia pues los franciscanos que residían allí desde su construcción en 1351 fueron expulsados nada menos que siete veces, hasta que finalmente abandonaron de manera definitiva el edificio en 1753. Sin embargo, está bastante bien preservado y da una idea bastante buena de cómo era vivir allí:

A continuación nos dirigimos al pueblo de Cong (en irlandés “Conga”, hehehe), “famoso” por haber sido el escenario de la película “The Quiet Man”, de la cual jamás había oído, pero parece que retrata fielmente la belleza de la región al tiempo que divierte al espectador con una cómica historia de amor. Jamás la veré. A pesar de que la película fue filmada en 1952, en Cong todavía existe el Museo Quiet Man, el Café Quiet Man y el tour Quiet Man. Es un poco patético, pero el pueblo es lindo. Me parecen mucho mejores atracciones la Abadía y el bosque, que ofrecen unas vistas simplemente preciosas:
De allí fuimos a dar a la espectacular Abadía de Kylemore, originalmente la lujosa residencia del industrial Mitchell Henry y convertida en Abadía por las monjas Benedictinas exiliadas de Francia en 1920. No puedo sino imaginarme la felicidad de Henry al despertar cada mañana y ver a través de su ventana el lago que la casa tiene en frente y las espectaculares montañas de Connemara. Es un lugar hermoso:

La abadía en realidad es un complejo turístico con restaurante, visitas guiadas a la casa, los jardines y la iglesia gótica. Como siempre, todo funcionando muy bien y con excelente servicio. De la abadía regresamos a Galway y ahí tomamos un bus que nos devolvió a Maynooth por la noche. Quedé antojado de esta bella región y sin duda regresaré. Estén pendientes 🙂